Durante mucho tiempo he sido blanco de críticas por mis connacionales por estar luchando desde el exterior, los argumentos tales como “tu no tragas gas del bueno” “tu no asistes a las marchas” “no te duele igual porque no sabes lo que se está viviendo”, han resonado en mi cabeza una y otra vez sin descanso. Es cierto, mis pulmones están libres de gas pimienta y las suelas de mis zapatos están intactas, pero duele igual o más, ver como mi patria se está muriendo, aún sin tener que padecer las debacles que está sufriendo Venezuela en carne propia.
Yo no salí por gusto, no salí por cobarde, y estoy seguro, que la inmensa mayoría de los venezolanos que nos encontramos en el exterior, sienten lo mismo que yo, uno lucha lo más que puede, se trata de buscar una solución, viendo los toros desde la barrera, aparentemente, que la mayoría de las veces da una mejor visión de la situación. Apuesto mi vida en que hago mucho más que un gran porcentaje de paisanos, que se sientan en sus casas, ejercitando el botón del control remoto, mientras lo único que hacen es quejarse, con las ya tan trilladas frases como “no vale, yo no creo” o “eso no va a funcionar” o “como si eso fuera a tumbar a Chávez”, se hace más alzando la voz aún traspasando las fronteras de mi país, que solo quejándose en el interior.
No se trata de que se haga la guerra y uno en la supuesta comodidad que da el extranjero aupar a los que luchan, para después ir a disfrutar la gloria que se consiga, a uno también le duele, y trata de ser la voz de los venezolanos de a pie en los países en los que estamos, porque estamos hartos de que nos señalen como si todo el país fuera Chávez, porque la imagen de nosotros ha ido en picada desde que él está en el poder, y nuestra lucha es precisamente cambiar eso, demostrar que no somos lo vulgares, mal educados y soeces que el presidente es, que no estamos de acuerdo con su forma de gobierno.
En lo personal, yo luché, sangré, y dejé parte de mi vida en ese suelo criollo, y es entonces cuando uno debo preguntarse hasta donde se está dispuesto a entregar por un país sin memoria, falto de gallardía, que cada día demuestra más la indiferencia hacia lo que está sucediendo, al menos, yo, no estuve dispuesto a morir y a dejar a mi hijo sin padre por eso. Pero eso no quiere decir que no hago mi lucha, quizá no es tan de peso como los que están allá, lo sé, pero lo intento, me esfuerzo, y he logrado algunas cosas, muy pequeñas tal vez, pero todo cuenta en esta guerra, por ello, hago un llamado a todos aquellos que nos critican, nos juzgan y hasta nos humillan, que vean un poco más allá, que no abandonamos la lucha, simplemente, cambiamos de trinchera.
Yo no salí por gusto, no salí por cobarde, y estoy seguro, que la inmensa mayoría de los venezolanos que nos encontramos en el exterior, sienten lo mismo que yo, uno lucha lo más que puede, se trata de buscar una solución, viendo los toros desde la barrera, aparentemente, que la mayoría de las veces da una mejor visión de la situación. Apuesto mi vida en que hago mucho más que un gran porcentaje de paisanos, que se sientan en sus casas, ejercitando el botón del control remoto, mientras lo único que hacen es quejarse, con las ya tan trilladas frases como “no vale, yo no creo” o “eso no va a funcionar” o “como si eso fuera a tumbar a Chávez”, se hace más alzando la voz aún traspasando las fronteras de mi país, que solo quejándose en el interior.
No se trata de que se haga la guerra y uno en la supuesta comodidad que da el extranjero aupar a los que luchan, para después ir a disfrutar la gloria que se consiga, a uno también le duele, y trata de ser la voz de los venezolanos de a pie en los países en los que estamos, porque estamos hartos de que nos señalen como si todo el país fuera Chávez, porque la imagen de nosotros ha ido en picada desde que él está en el poder, y nuestra lucha es precisamente cambiar eso, demostrar que no somos lo vulgares, mal educados y soeces que el presidente es, que no estamos de acuerdo con su forma de gobierno.
En lo personal, yo luché, sangré, y dejé parte de mi vida en ese suelo criollo, y es entonces cuando uno debo preguntarse hasta donde se está dispuesto a entregar por un país sin memoria, falto de gallardía, que cada día demuestra más la indiferencia hacia lo que está sucediendo, al menos, yo, no estuve dispuesto a morir y a dejar a mi hijo sin padre por eso. Pero eso no quiere decir que no hago mi lucha, quizá no es tan de peso como los que están allá, lo sé, pero lo intento, me esfuerzo, y he logrado algunas cosas, muy pequeñas tal vez, pero todo cuenta en esta guerra, por ello, hago un llamado a todos aquellos que nos critican, nos juzgan y hasta nos humillan, que vean un poco más allá, que no abandonamos la lucha, simplemente, cambiamos de trinchera.